La errata de los espíritus / The Spirits' errata


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Desde pequeña mi mamá me instruyó en la mentira, en el engaño. A los 7 años ya sabía cortarles el pescuezo a las palomas y extirparles los ojos a las cabezas para usarlas en los rituales. A los 12 ya estaba bajo la mesa preparando los efectos especiales que mami me mandaba a hacer. Todos venían a visitarla, el nombre de doña Tomé era famoso en el barrio y en todo el pueblo. Hasta de otros pueblos venía gente a buscar la sanación por medio de los espíritus, a ver su futuro en las cartas y a exorcizar sus peores miedos. La casa se pasaba llena, y mami Tomé tenía todo preparado, siempre cobraba antes de empezar y dejaba caer algunas monedas al suelo para que así yo supiera que era momento de encender el cannabis junto con el incienso. A veces, cuando dejaba caer monedas, estás se iban por un agujero que tenía el piso y luego, cuando ya no quedaba nadie, era que yo podía bajar y meterme bajo los pilotes de la casa a buscar las monedas.  En ocasiones bajé antes a buscar las monedas, cuando el ambiente estaba brumoso me colaba bajo el mantel, metía mis pequeñas piernas en el agujero y me dejaba caer bajo la casa. Cuando mami Tomé sentía a los espíritus muy tranquilos, levantaba el mantel muy despacio y se asomaba bajo la mesa. Cuando me veía buscando las monedas me enviaba una mirada fulminante y me hacía subir con más fuerza que un embrujo. Vi a mami Tomé hacer todo tipo de curaciones, aprendí el oficio, pero jamás me fijé en las personas que iban excepto una vez. Cuando entró al cuarto mami Tomé me había metido bajo la mesa, pero yo levanté el mantel un poco y vi como mami Tomé se le acercaba con un par de yerbas en las manos. Era una mujer alta, vestida con elegante atuendo gris, con un pañuelo rojo adornándole el cuello y unos zapatos de tacón que la hacían elevarse sobre las zapatillas rotas de mami Tomé. La mujer se sentó, mami Tomé le agarró las manos, le agarró el dinero y dejo caer un billete. Era un billete con un numero inmenso, 50… cincuenta billetes de uno reunidos bajo una sola cara. Jamás había visto algo así. Comencé a encender el incienso mágico, mientras veía el billete escurrirse por el agujero del piso. Tuve intención de ir a buscarlo, pero mami Tomé lo sospechó y me dio un puntapié antes de que se pasara la idea por mi mente. Me quedé escuchando lo que se conversaba sobre la mesa, aquella mujer quería saber si algún día iba a tener hijos. Mami tomé le dijo que jamás, y me hizo señal para que prendiera un olor que saltara lágrimas. A la mujer se le aguacharon los ojos, pero se fue tranquila.  Desde el momento en que se fue yo supe que quería ser como ella, pero mami Tomé dijo que esa mujer tenía peligro y cuando lo dijo, a mí se me erizaron todos los vellos del cuerpo y a ella también. Mami Tomé, no quiso que yo fuese así, pero al tiempo, luego de insistirle, me envió a la escuela. Desde entonces sus clientes llegaban a la casa en la tarde, cuando yo podía meterme bajo la mesa para hacer mis trucos.  Meses más tarde, cuando ya estaba aprendiendo hacer como aquella mujer, ella regresó. Volvió y esta vez con una barriga enorme. Cuando entró a la habitación yo ya estaba bajo la mesa.  Prendí los inciensos mágicos y mami Tomé se acomodó la falda para hacerle frente. Discutieron, la mujer empujó a mami Tomé. La escuchaba decir que Mami tomé era una mentirosa farsante. Ante la acusación coloqué sobre la mesa dos ojos de paloma. La mujer no notó mi presencia, pero mami Tomé se dio cuenta e intento utilizar la brujería y los ojos de paloma a su favor. La mujer declaró que ante la predicción de mami Tomé, que aseguraba que era una mujer estéril, ella dejó de tomar el medicamento para impedir los hijos, luego de eso, descubrió que no era estéril. Su ignorancia le costó mucho a mami Tomé, porque esa misma tarde, esa misma mujer, frente a los ojos de una paloma despescuezada, le disparó a mami Tomé. La mujer se fue y mami Tomé cayó al piso como una moneda. La atrapé en mis brazos y la lloré con las lágrimas quebrantadas de mi alma rota. Luego de sufrir el amargo tormento, prendí los inciensos para dejarme llevar por los espíritus, su espíritu que ahora revoloteaba por toda la habitación junto con los otros que ella invocaba. Despacio le quité el pañuelo, pensé atármelo al cuello, pero lo amarré en mi cabeza. Tomé su falda y la apuntillé a mi tamaño. Recogí las yerbas que tenía en sus manos y las olí, probé un buche del ron que se metía a la boca, la acomodé y despacio la dejé deslizarse como un ángel caído por el agujero del suelo. Con los ojos de paloma sobre la mesa, un par de caracoles y una mano de barajas, me senté a esperar al próximo cliente.  
F. JaBieR

Comentarios

  1. Buena historia, muy imaginativa. Sin ánimo de quitarle la poesía (que la tiene) diría que describe bien cómo funciona la política: misma trampa, caras nuevas. Y el dinero que se pierde por una rendija...

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