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Mostrando las entradas con la etiqueta Microcuento

Microcuentos de las mentes confusas

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Militante Cuando le dijo al presidente de la nación: “si quiere guerra, vaya, pelee y muera usted”, lo encerraron por la locura de mandar a otro a pelear su guerra. El borde           Ella siempre soñó con bailar, con sostenerse solo en la punta más empinada de su pie, con dar vueltas como un cisne con sus alas extendidas al cielo. Así bailó, en el borde del techo, flotando sus pies en punta por el filo inhóspito, sin miedo a caerse. Aquel espectáculo fue una sencilla y hermosa obra de arte.   Todo eso ocurrió antes, antes de que se cayera. Minotauro           Ella alegaba haberlo matado en defensa propia, pero el jurado no le creyó, prefirieron condenarla a una vida en la cárcel. La única alternativa fue rebajarle la sentencia si se declaraba culpable, pero ella no aceptó, estaba segura de haber vivido en un laberinto. Boomerang           Explicó con lujo de detalles por qué huyó de su casa, hablo de los maltratos, los abusos, las extorsiones y los golpes

Marejadas

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1 Matilde llegó a su casa destrozada aquella noche. Se quitó las zapatillas y sintió como sus dedos se desencogían, se estiraban con un sabor a delicia por la planta de los pies. Con sus manos adoloridas sujetó sus pies como si fuesen un cepillo y comenzó a estregarlos, se los estregaba en círculos para sentir alivio. Cuando terminaba, con una mano se sobaba la otra. 2 Carlos estaba en su casa, con su corbata ajustada al cuello, con los ojos brotados como pez helado. Los papeles lo tenían loco, demandas, dinero, bienes mancomunados, dividendos, fraude, fondos… Un fondo que nunca llegaba a tocar. Él siempre trataba, quería hacer todo bien por él y por su hijo. 3 Ella ya había llegado al sofá, aún sin quitarse el delantal. Prendió el televisor para escuchar una voz, quizás para enterarse de lo que acontecía en el país, en ese país de afuera al que ella no pertenecía por falta de unos trámites y unos papeles. De Quisqueya no tenía noticias, así que antes de bañarse

Microcuentos del espacio exterior

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Desigualdad Los astronautas miraban con asombro la uniformidad de la tierra, todo parecía lo mismo, una sola nación. Fue quizás la falta de gravedad  lo que les impidió el llanto, la verdad que sabían, causaba pena de muchas formas. Fuera del universo Ellos, los científicos importantes, inventores del mañana, creadores de teorías y leyes de ciencia, miraban a través del telescopio y se aterraban ante la infinitud del universo. A millones de años luz, sobre el lente de un microscopio, un ojo observaba a los científicos que miran desde la grandeza de su pequeño lente. Ovni puerto Desde que aterricé en Lajas, señalo al cielo, deseando volver a casa. Pornoespacial El radio telescopio de Arecibo captó las imágenes. A los pocos instantes estas ocuparon desde la primera plana hasta las búsquedas de internet. Todos quedamos asombrados al ver a los extraterrestres fornicando en medio de un cráter. Olas Lunares Las olas del mar, le pertenecen a la luna. La b

Criatura nocturna

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En una noche sobria me abandoné en lo profundo del bosque. El espesor de la vegetación bloqueaba la luz de la luna. Escuchaba aullidos, sentía los ojos de la noche mirándome. Estaba solo, apreciando la calma dentro del ruido, la serenidad dentro de la obscuridad. Era aquel mi lugar favorito, el bosque, el lugar que siempre me ha recibido como uno de los suyos. No tenía a donde ir, tal vez porque no quería ir a ninguna parte, porque prefería no ver la luz del sol reflejando mi cara, criaturas nocturnas. Una noche, de las tantas que anduve por allí, decidí quedarme, no volver a la civilización, a eso que llaman civilización.   Pasé el tiempo completo abrazado a la noche, igual lo hice las noches siguientes. Ya van meses desde que esto pasó. Sin embargo, ahora tengo miedo cuando los arbustos se mueven, cuando los ojos brillantes se asoman de repente, siempre me digo que no es nada. Pero lo he escuchado de algunos visitantes. Se rumora, que hay una extraña criatura vagando sola por l

Microcuentos de la calle hostil

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Acrobacia callejera Él era un acróbata sin malabares. Se balanceaba sobre una línea blanca y firme que dividía los carriles. Con ambos pies en tierra sobre la línea, zigzagueaba ente los carros, Parecía estar mareado sobre la cuerda floja, en plena hora pico del tráfico. Cruce peatonal De un lado a otro de la calle, sobre las teclas de un piano con caries, la gente cruza. El pase de cebras está recostado, frente a la estampida de elefantes. Fin del camino No existe carretera sin salida, si hay una entrada. Machismo vial La mujer hacia la calle, pero el hombre cobraba. Contra el tránsito Su terquedad era tanta, que antes de morir, pensó que todos estaban en su contra. Smog Siempre nos habían gustado los atardeceres. Los perseguíamos por todas partes como a fugitivos. Capturamos bellas imágenes, los atardeceres más hermosos que se puedan soñar. La última foto fue, como decirlo, ver al cielo triste, ha sido, quizás, la belleza más devastadora que

Microcuentos del hospital enfermo

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Los pacientes Los pacientes son aquellas personas enfermas que esperan por la atención médica.   Los más pacientes son aquellos que esperan, en una silla o de pie, equiparando una sonrisa demacrada, que su enfermo mejore. Acompañante Siempre ella. Ella era el ave posada en la rama de aquella sala de emergencias. Silbaba canciones al oído de su madre, que enferma, se iba encogiendo poco a poco, con el lento destino que la arropaba. Siempre ella. Fue tanto tiempo el que estuvo a su lado que su trinar de ave dejó de ser la sonrisa del dolor de su madre.   En los últimos tiempos su madre comenzó a reír con la melodía de otras aves. Eran aves de paso que la rondaban, algunas con cánticos, otras con el trinar ronco de un buitre. El día que su madre murió las aves llenaron de plumas todo lo visible, cubrieron todo. Desde lo alto, su madre recordaba a todas las aves. A ella, siempre a ella, más que a ninguna. Operación La enfermedad era grave. Tan grave que le extirparon gr

EXILIO DEL DIFERENTE- REDES SOCIALES

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Federico es uno de esos pocos tipos que ve a la vida mientras esta lo mira a él.   Se miran profundamente, como si se reconocieran, por eso Federico pasa la vida ensimismado, metiendo las manos en los bolsillos cuando sale a caminar. En ocasiones Federico necesita localizarse en el mundo, por eso su amigo le sugirió unirse a una red social. En las tardes, casi cuando el sol baja en picada para sumergirse en el horizonte, Federico visita virtualmente a sus “amigos”. Una lista grande se desplaza por el monitor, pesadas piedras se estiran a lo largo y ancho de la pantalla. Son los comentarios de esa gente que dice conocerlo, haberlo conocido, haberlo visto alguna vez.   Federico comienza por leer algunas noticias, el mundo gira rápido y la tecnología lo sabe, te acerca la información a tu casa, abre la puerta y la sube hasta tus manos, en caso de que la leamos. Federico pasa su vista por algunos buenos chistes, risas que parchan la crudeza del reflejo de la luz, al menos por un rato

Microcuentos del campo taciturno

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La ciudad lejos del campo Nadie lo piensa. Allá, lejos del bullicio, de los revoltijos de gente, de la cultura rebozada en las salas de festivales, de las grandes murallas edificadas con luces, aún más allá; de donde nace la prisa, la riqueza, la tolerancia, las miles de cosas que hacen al mundo lo que aparenta ser. Allá, en los campos, también pasan cosas interesantes. Leche fresca Y pensaron sus amigos de la ciudad que en su granja aún se ordeñaban las vacas. Llegado el amanecer, se preparó un café con leche fresca, pasteurizada y con 2% de grasa. Día de fiesta La tensión se podía cortar con un cuchillo. Todos los animales en la granja estaban con los pelos o plumas de punta, excepto el perro, que, recostado en la alfombra, soñaba con saborear los huesos sobrantes de la fiesta. Canibalismo Tras un desayuno echado a perder, las gallinas comieron, los huevos que habían puesto el día antes. Alcancías llenas Los días coincidieron. El hijo del granjero qu

Hábito de seda roja / Red silk habit

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English Cuando cumplí los 15 años Sor Inés llegó a la parroquia. Era una joven humilde, muy linda, de veinte y tantos años, una monja nueva en edición deluxe, una Eva en potencia. Según dijo mi madre en casa, había sido trasladada a nuestra parroquia por órdenes directas del obispo. Domingo tras domingo se sentaba en la esquina del banco, lo que me colocaba muy cerca de su gracia divina, ya que mi madre se empeñaba en sentarse siempre en los primeros asientos para que mi padre no se durmiera.   Un domingo de cuaresma Sor Inés se acercó a hablar con mi madre, le comentó acerca de los cursos de monaguillos que ella iba a ofrecer entre la escasez de recursos. Acto seguido, me preguntó si quería ser miembro de los monaguillos. Le respondí que tenía que pensarlo, nunca fui devoto del todo. A llegar a casa mi madre comenzó a hablar como si ya hubiese aceptado, realmente le hacía ilusión que su hijo formara parte de un grupo religioso.   El domingo siguiente me acerqué a Sor Inés y

El vértigo del amor

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Libre como el viento, llegaste a mi sueño. Mis ojos cerrados, vueltos de revés, mirándome hacia adentro. Allí te vi, pero esta vez sin sonrisa, sin una mirada pura para darme, eras enfermedad, pero dulce. Me encanta. Sin pensarlo corrí a tus brazos, pero no hubo forma de sostenerme, tus amputadas extremidades no me recogieron, no me cargaron en un abrazo. Sin embargo, fue tan fabuloso como haberte abrazado. Corrupto, lleno de la incredulidad que producen los mal paridos sueños, quise cargarte. Mis brazos te sujetaron un momento, diminuto momento, mis brazos comenzaron a estirarse. Caminamos juntos hasta la cima, sin poder tomarnos de la mano, con mis brazos recostándose sobre el suelo y arrastrándose sobre la tierra, con el polvo metido entre las uñas. Estábamos allí, justo en el tope de nuestro sueño, un sueño que tardó tanto que cuando lo conocimos ya era todo dientes. Te mordió, lo recuerdo, por eso perdiste los brazos, un sueño rabioso te contagió de futuro y el espanto se me

Microcuentos del circo errante /

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English El truco del conejo Todos miraron con asombro la ilusión del conejo en el sombrero, excepto el conejo, que miró con susto, como el mago hacía aparecer gente. Dos mitades El mago dividía a su asistente en dos, cada noche, durante la función. Durante el día la recomponía, al fin y al cabo, era el amor de su vida el que se dividía cada noche. Contorsión Luego de su acto, la contorsionista se puso de pie. Ahí me di cuenta, mi vida aún tiene solución. Trifulca circense Se divorciaron, y para el espectáculo no hubo mago, ni asistente, ni acróbata. Tras la carpa, lloraba uno de los payasos. Beso manso El león le dio un beso a su domador, y él, perdió la cabeza. Circo de pulgas Las pulgas migraron al circo y dejaron de soñar con pasear en su propio perro. Política de circo El espectáculo era tan mediocre, que el circo parecía estar en todas partes. Buen mago Todos quedaron encantados con el mago, pero no captaron el truco.

Frank-enstein

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English Sentí la hoja del puñal llegar desde afuera, entonces me di cuenta. La hoja cortó mi piel y sentí el aire rozar la herida, el coagular de la sangre sobre el abismo, imaginé. El puñal salió limpio, como si no hubiese cortado nada, siempre lo supe.   No sentí el fluir de la sangre, ni los nervios escurridizos avisando al cerebro desesperados. Estaba tan tranquilo, que no tuvo otro remedio, volvió a apuñalarme. Un cosquilleo corrió por mis brazos, que no eran míos. Las piernas se me adormecieron y tampoco eran mías. El pecho recibía más heridas, una y otra vez, no era mío, al igual que la mano que usé, me obedecía sin ser mía, lo alejé de un empujón.   Le di la espalda, aunque no era mía. Volvió a atacar. Me acuchillaba los omoplatos, las vértebras y todo lo que lograba alcanzar.   No sentí dolor. Lo golpeé bruscamente. Cayó al suelo. Vio que no había sangrado. Vio que las heridas se me hacían insignificantes, lo supe siempre. Con un cerebro que no era mío. Con una concien