¿Por qué ahora?
Tú ibas de su mano, yo sujetaba la mano de ella. Por
desgracia se nos hizo tarde. No puedo sacarme de la mente ese momento en que se
trenzaron nuestras miradas, se trenzaron
y se reconocieron. Eras tú la indicada, tú eras mi sueño, pero ya era
demasiado tarde. Ahora mismo tengo ganas de huir,
de irme muy lejos y empezar con la idea de que nunca te he buscado, creer que nunca te vi caminar tomada de su mano, dejarte en la cama como el sueño dormido que siempre fuiste y seguirás siendo. Quiero desparecer y
olvidar ese momento en que tus ojos color de acero se oxidaron con el frío de una lágrima. Me doy pena y me da lástima no habernos esperado. Eso nos pasa por desesperados, por creer que la compañía es más importante
que el amor, por pensar que esa persona perfecta nunca llegará.
Ahora usamos nuestras mejores estrategias para jugar el ajedrez de la felicidad evitando a toda costa un jaque mate, ese es el precio que pagamos por el maldito miedo a
estar solos. El destino nos puso en el
camino, pero es demasiado tarde. Ya
no hay remedio, debemos
seguir, tú al lado de él y yo al lado de ella. Debo decir que mi ojo derecho tiene ganas de
llorar, pero mi ojo izquierdo se esfuerza por pensar que no te vio ni la sombra. Mi mente
se duerme arropada con la esperanza de que quizás en otra vida o en otra
muerte podamos ser pacientes. Entre el esfuerzo de olvidar que por fin te
encontré, mantengo una rabia contra el tiempo por ponerte junto a mí tan tarde
y en mi corazón se quedan enjauladas las
ganas de atacarte con un beso y volar
al cielo en la nave de tus brazos.
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