Carta al viento




                 Eres anciano, pero corres de prisa. En las tardes más hermosas con tu caricia en mi mejilla me sacas una sonrisa. En los días más cálidos me refrescas, en las noches más frías me congelas. Si bien eres sonrisa, también eres pena  pues cuando te enojas todo lo destruyes, tornado o huracán seas,  le cobras a muchos lo que les has dado.  Eres soplo de vida y muerte, de alegría y castigo. ¿Cuántos no han podido decir sus últimas palabras porque tú fuiste prófugo de sus sentidos?  ¿A dónde vas cuando no te veo, cuando no te siento, cuando no mueves ni una hoja?  Eso no me importa, pero tú viento, tan antiguo como el mundo,  cuéntame quien te ha inhalado, quien gracias a ti ha alzado la voz en gritos de protesta. Dime cuantas veces has susurrado  el suspiro del amor al oído.  Cuéntame viento, la verdadera historia del mundo, tú la sabes, tus ojos han llorado las guerras, tus brisas otoñales han secado las pinturas de Miguel Ángel.  Y no puedes negar,  que tus brazos de aire han sostenido aves de metal, aves de pluma, aves con alas derretidas por el sol, aves con sueños rotos que cayeron de las alturas. No olvides contarme de los discursos engañosos, ya sean los de Hitler o los de cualquier político virtuoso. Ten en cuenta que solo quiero saber,  porque alguien nos debe decir, adonde van las cenizas de los difuntos que dejan a tu suerte, o si eres tu un gran amigo de la muerte.   Por favor viento, cuéntame  sobre las mentiras, sobre las supersticiones de espejos rotos,  sobre las brujas quemadas en medio de alborotos. Viento que sigues vivo,  pues la muerte no te alcanza y has hecho pacto con el eterno silencio,  regálame un segundo de tu instante y atiende a mi favor. Con tu transparente magia entra a lo más profundo de las carcajadas  y sal de allí muy  discreto;  y por favor  cuéntame al oído, de todos,  sus secretos.

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